LOS MUERTOS, MUERTOS ESTÁN

(Piura, 13 enero 2018)

Luis Gulman Checa

Me refiero a las víctimas de la insania terrorista que mantuvo al país en zozobra por muchos años las que, a pesar del largo tiempo transcurrido, continúan marcando la agenda política coadyuvando a fomentar el caos.

¿Acaso en todas las guerras habidas en la tierra no murieron inocentes? Entonces, si lo sufrido por el Perú fue una guerra interna, resulta lógico y natural que los hubiera.

Habría que ser ciego para no ver que en nuestro país se ha impuesto un sentimiento que, de no librarnos de él, no tendremos futuro: el ODIO. Para confirmar lo dicho basta prestar atención a nuestros sentidos cuando los medios de comunicación (parecerían estar dirigidos por chilenos habida cuenta que no dejan de echar gasolina al fuego) les dan cabida a personajes a quienes el odio les brota por cada uno de sus poros.

¿Acaso es posible resucitar a los muertos a base de primeras planas, marchas de deudos o persecución implacable contra quienes tuvieron la tarea de luchar contra el terrorismo y actualmente son tildados de asesinos?

Se habla de reparación, supongo en el sentido de indemnización, es decir entregar una suma de dinero a los deudos de cada una de las víctimas inocentes caídas en la guerra interna, para lo cual, previamente, habría que determinar cuántos y quiénes fueron y, a continuación, determinar la forma de cuantificar la reparación: ¿Al peso? ¿Por edad?

Sin embargo, si el planteamiento de la reparación fuera correcto y aceptable, también deberíamos poner en el tapete a los cuchocientos miles de asesinados por los terroristas, absolutamente inocentes. Por ejemplo, rememoremos el atentado senderista en Tarata, Miraflores, Lima:

Se supone que la incursión en La Cantuta que terminó con la muerte de m/m 10 personas (habría sido la réplica del Estado al citado coche bomba) que habrían sido inocentes, debe originar la debida reparación a los deudos respectivos.

 Muy bien, si diéramos por razonable tal planteamiento, automáticamente deberíamos plantearnos la siguiente reflexión:

Y los deudos de los más  de 20 seres humanos, absolutamente inocentes, que perdieron la vida por la acción de los criminales terroristas que armaron el coche bomba, ¿acaso no tendrían también que ser reparados por el Estado?


¡Dejemos que los muertos descansen en paz!