PREVENIR PARA NO LAMENTAR

(Piura, 03 diciembre 2018)

Luis Gulman Checa

El 2018 empezó enlutando a muchos peruanos debido a fatales accidentes de tránsito, habiendo sido espeluznante el acaecido el día de ayer en Pasamayo cuando un bus se precipitó al mar originando 48 occisos.

La víspera, a nivel local, nos enteramos que una mujer falleció en la vía Piura al Km. 50 cuando viajaba a bordo de una moto taxi que impactó contra un auto.

Sin embargo, felizmente en Piura estamos protegidos, permanentemente, por nuestras Vírgenes y Cristos porque si así no fuera, cada día y más aún  cada noche, faltarían los dedos de las manos para contar los fallecidos por accidentes de tránsito. ¿En qué fundo tan drástica aseveración?

En que en la “bendita” tierra de Grau se han confabulado dos actores que hacen todo lo imaginable para que las pistas se “tiñan de rojo”: los  bestias que conducen vehículos sin  luces (especialmente de peligro) tanto de día como de noche, cuando no ciegos totalmente y, de otro lado, quienes, supuestamente, existen para hacer cumplir las normas a rajatabla reprimiendo a quienes las vulneran, empezando por los salvajes citados líneas arriba.

Veamos el caso de la señora fallecida a bordo de la moto taxi. ¿Acaso no está normado que tales vehículos, al igual que los moto furgones, están prohibidos de circular en carreteras? Entonces, si violan las  disposiciones  circulando  por donde se les antoja, ¿acaso los responsables, en última instancia, de que sucedan estos accidentes no son quienes deberían reprimirlos?

Un factor crucial responsable de gran cantidad de accidentes es la velocidad, pero, contra lo que el vulgo y los medios suelen creer no me refiero a la alta sino a la baja. Recordemos que en algunos  países auténticos el límite de velocidad no se refiere a la máxima (que depende de la calidad del vehículo) sino a la mínima, de donde se colige que no hay conductor más peligroso que quien conduce a paso de tortuga, pensando en las musarañas, hablando adefesio y medio por el celular  y/o departiendo amenamente con los pasajeros;  en vez de estar concentrado al 100% en la conducción, lo que es un dogma para quienes conducen como Dios manda, es decir, rápidamente.

No recuerdo el nombre del filósofo que sentenció:

“La carretera es peligrosa, ergo, hay que estar el menor tiempo posible en ella”.