NUESTROS GENES ESPAÑOLES
(Piura, 06 agosto 2020)
Luis Gulman Checa
Tras la lamentable información implicando al
rey emérito de España, Don Juan Carlos, en la receptación de dineros proveídos
por los gobernantes de Arabia Saudita, además de otros sultanatos, a raíz de la
construcción de un tren en su territorio por empresas españolas, me vino a la
mente que entre tal actitud y la de Alejandro Toledo, graficada en su célebre
frase proferida al representante de Odebrecht: “Paga Barata, carajo”, no hay
ninguna diferencia, a excepción, como salta a la vista, que mientras el español
es de buena pinta, alto, blanco y de ojos azules, nuestro “Cholo de acero”,
como el mismo se calificaba, es moreno, bajo, patizambo y feo hasta la temeridad.
Sin embargo, reconfirmando que el
hábito no hace al monje, la corrupción es una lacra que sin respetar
raza, sexo, sotanas, riqueza ni clase social, avanza cada vez más infectando a
diestra y siniestra poniendo al mundo de cabeza.
Si para luchar contra el Covid el aislamiento
es la solución al imposibilitar el contagio y, consecuentemente, su
propagación; siendo la corrupción una pandemia peor que el citado por cuanto va
matando de a pocos y permanentemente, sería de agradecer a los grandes y eminentes pensadores que vayan
ideando mecanismos y medidas para erradicarla de la faz de la tierra.
Sin duda, mentes tan brillantes como las aludidas
hallarán soluciones mil veces más pulcras, refinadas y sofisticadas que la
propuesta que saliera de una mente vulgar y ordinaria, como podría ser la
siguiente:
A los corruptos, por nimia
que sea su falta, castrarlos sin anestesia en la plaza del pueblo.
Centrándonos en el epígrafe, ¿acaso el fin del
presente es achacar a nuestros genes españoles la proliferación de la
corrupción en el Perú? Aparentemente, recordando que uno de los grandes
preceptos de nuestros ancestros originarios era AMA SUA, NO SEAS LADRÓN, podríamos
pensar que en estas tierras, hasta antes de la llegada y conquista de los
peninsulares, la corrupción, como tantas otras plagas y enfermedades que
diezmaron la población, era absolutamente desconocida. Entonces, por elemental
deducción, la infección que venimos
sufriendo (como también otros países del
sub continente conquistados por los
españoles), nos habría llegado de la península.
Confirmando la sentencia precedente, recordemos
la larga lista de virreyes, no solo del Perú sino también de otros lares, que
hicieron ostentoso despliegue de prácticas corruptas. Ergo, nuestro contagio
viene de siglos atrás. Entonces:
¿Quién y cómo nos
librará de esta lacra?