CORRUPCIÓN: “LLORANDO COMO MUJER LO .…” (II)
(Piura, 24 julio 2018)
Luis Gulman Checa
La corrupción es una peste que se trasmite
por contacto directo, como la rabia: el portador clava los dientes en
la víctima corrompiéndolo tan igual como
los vampiros incrementan sus huestes tras chupar la sangre de los incautos.
Así, también, la corrupción va ganando
para sus filas más y más exhonrados.
Ello debe llevarnos a otra reflexión referida
a las medidas tomadas para preservar la salud humana: ¿acaso no enfocamos la
lucha contra los agentes portadores del mal, eliminándolos, impidiéndoles
así propagar su ponzoña? Me refiero,
obviamente, al dengue y otras enfermedades similares, cuya erradicación se basa
en la lucha contra el insecto que las propaga.
Entonces, si lo expresado se ajustara a la
verdad y realmente deseamos combatir la corrupción aherrojándola de nuestro
entorno, ¿acaso no es del más elemental sentido común hacerle frente desde sus
albores?
Sin embargo, parecería que para nuestras
mentes la corrupción se define, corta y escuetamente, del siguiente modo:
RAPIÑAR EL ERARIO y/o ARRASAR CON LOS BIENES PÚBLICOS, cuando, real y
estrictamente, tremenda lacra es comparable en su desarrollo a un feto humano:
nace silenciosa y subrepticiamente, va desarrollándose lento pero sin pausa
hasta que sale a la luz para crecer y multiplicarse.
Señalemos situaciones cotidianas las que, torpe y ciegamente, casi sin darnos
cuenta, fuimos dejando multiplicarse contaminándonos la vida, tan igual pero en
otra dimensión, como lo hacen los ladrones de cuello y corbata:
·
La
apropiación de espacios públicos para instalar negocios privados zurrándose en
los derechos de la ciudadanía.
·
Desconocer
dispositivos legales prestando servicio público de transporte en vehículos no
autorizados.
·
Atronando
el espacio con ruidos horrendos ocasionados por escapes libres, bocinas,
alarmas y otros, violando todas las normas vigentes.
Habrá incautos y/o cortos de mira diciendo:
¡Qué exageración!
Tales personas no son corruptas sino simples y sanos “pendejeretes” que
necesitan ganarse la vida o perpetran
pequeñas faltas por descuido.
A quien así opinara habría que retrucarle del
siguiente modo:
Igual excusa podrían esgrimir los ladrones de
las alturas como, por ejemplo, el “cholo sano y sagrado” de Cabana, Alejandro Toledo:
Si somos
condescendientes con la corrupción de abajo, por qué habríamos de ser crueles
inquisidores de ATM si, siendo humano, tiene el derecho de aspirar (no me refiero por la nariz) a un status
superior que le permita disfrutar de las mieles sin par al alcance de los ricos
y poderosos?