DESFILES: SUPINA HIPOCRESÍA

(Piura, 19 julio 2018)

Luis Gulman Checa

Veo  noticias matutinas en TV sobre el armado de tribunas a lo largo de la avenida Brasil para que el público - ¿emocionado y efervescente por el patriotismo que lo embarga? - disfrute del paso marcial y gallardo de nuestras tropas, herederas de los héroes que antaño mantuvieron invicto el pabellón patrio, hinchando nuestro pecho de orgullo y respeto al traernos a la mente la magnificencia  característica de nuestro adorado Perú.

Juro por Dios que nada me haría más feliz que, el párrafo precedente, se ajustara estrictamente a la verdad. Sin embargo, para desgracia y vergüenza de los peruanos bien nacidos, el mismo está divorciado de la realidad que nos asola y, en consecuencia, no solo las banderas de nuestro espíritu están a media asta sino que nuestros corazones están de duelo.

Siendo ello así y reflexionando sobre lo que significa un desfile: “desborde popular de alegría conmemorando una fecha memorable y/o celebrando una hazaña/logro reciente que elevó nuestro orgullo al máximo”, me pregunto:

¿No deviene acaso en irracional y contradictorio organizar tremenda celebración, cuando, paralelamente, nuestra patria agoniza al haber sido vil y cobardemente apuñalada por la espalda por innumerables traidores que juraron protegerla y defenderla?

 Estimado lector, reflexione  formulándose el siguiente razonamiento:

¿Organizaría usted un fabuloso ágape celebrando su onomástico cuando vuestro padre está peleando contra la parca aquejado por un mal casi incurable?

De concretarse tremendo despropósito, me pregunto, ¿se atreverán y/o tendrán la osadía la serie de sujetos pendiendo de la picota, quienes, a consecuencia de la turbidez que nos abruma, aparecen desempeñando altísimos cargos?

Roguemos para que el Espíritu Santo, sea bajo la forma de paloma o fiero león, inspire al presidente de la República a ponerse los pantalones dejando sin efecto el vergonzoso sainete en ciernes.