LAS BAMBAS: ¡QUÉ VERGÜENZA!

(Piura, 23 marzo 2019)

Luis Gulman Checa

Me refiero a la explotación  minera en pleno desarrollo a cargo de una corporación china en el departamento de Apurímac, cuyas actividades llevan paralizadas 50 días por reclamos/protestas de vivientes del ámbito en el que se desarrollan las diversas operaciones.

Debemos suponer que el concesionario/explotador del yacimiento tomó posesión del mismo de día y con sol, lo que implica que lo hizo luego de haber cumplido con todos los requisitos imperantes en el país para llevar a cabo este clase de actividades, las que, como tiene que entenderlo cualquier persona m/m pensante, son vitales para nuestro desarrollo habida cuenta la formidable riqueza en recursos minerales que la providencia nos dispensó.

¿A qué vergüenza me refiero?

Al palpable mensaje que el Perú está lanzando al mundo en el sentido que el país es una olla de grillos, en el que el orden y respeto son cualidades desconocidas, de modo que, cualquier ignaro, desaforado y/o delincuente, zurrándose en las cabezas de todos los peruanos, se permite perpetrar atropellos/barbaridades como el comentado a vista y paciencia de quienes tienen la perentoria obligación de - en el término de la distancia y/o aún antes de concretarse acciones de esta naturaleza - reprimirlos usando todas las armas y mecanismos que la ley les confiere.

Evidentemente, la vergüenza ajena que tendría que abrumarnos, deviene del triste papel desarrollado por quienes tendrían que haber cortado este atentado aún antes de haberse materializado, es decir, las autoridades (in) competentes.

Preguntémonos:

Acaso los legítimos concesionarios de los yacimientos, ante el obvio y grave perjuicio económico que están sufriendo, ¿no tendrían el derecho de demandar al Perú en las instancias internacionales ad hoc, exigiendo resarcimiento?

Si así fuera y el país estuviera obligado a pagar un monto exorbitante, nuestros hermanos de la sierra, responsables de los desmanes, ¿honrarían el pago metiéndose la mano a sus bolsillos?

La situación se torna más álgida por cuanto, subliminalmente, las autoridades, con su inacción, estarían insinuando que los protestantes, a pesar de contar con DNI, serían ciudadanos de segunda por lo que habría que tenerles paciencia.