PIURA: EL REINO DEL ABSURDO
(Piura, 08 marzo 2019)
Luis Gulman Checa
No, estimado lector, no me referiré a los
idiotas/ridículos/huachafos que hicieron brotar como hongos tras la lluvia
tanto muros de ladrillo como murallas conformadas por sacos rellenos de tierra
protegiendo los accesos a sus inmuebles ante el inminente, incontenible y
destructor desborde del río Piura que, otra vez a la vuelta de dos años, la
reduciría a escombros.
El absurdo referido, fatalmente, no implica a
unos cuantos descerebrados sino, supuestamente, a la inmensa
mayoría de piuranos y tiene que ver con la siguiente nimia información aparecida
en “Correo”, edición de la fecha:
Piura tiene 10 mil
mineros informales.
El 70% de los cuales se encuentra en Ayabaca.
Semejante noticia tendría que sorprendernos
sobremanera por cuanto los piuranos, sin duda porque la agricultura es parte de
nuestros genes, somos radicalmente opuestos a tan maligna y destructora actividad
atentatoria contra la vida del hombre por su indefectible secuela contaminante ante
el uso de reales venenos para extraer los minerales; razón y motivo por el que,
guiados, orientados e informados por los adalides de nuestros medios de prensa,
férreos defensores de la piuranidad, poniendo el pecho y arriesgando
nuestras vidas, hasta la fecha no les hemos permitido a los grandes
depredadores - camuflados bajo la falsa promesa (imitando a los políticos en
campaña) de realizar actividad minera formal, legal, limpia y nada
contaminante - clavarnos sus garras para arrasar con nuestras enormes reservas
mineras.
Luego de tamaña perorata, salta a la luz a
qué absurdo se refiere el epígrafe:
¿Cómo debiera
calificarse a los piuranos quienes, oponiéndose férreamente a la minería formal
y legal, que significaría la recepción de importantes montos de dinero
provenientes del Canon Minero para potenciar el desarrollo de la región; no
mueven un dedo ni levantan la mínima voz de protesta ante el real crimen
perpetrado por estos indeseables violadores de todas las normas y obvios
contaminadores de nuestras aguas de regadío?
Le ruego a usted,
estimado lector, con la mano en el corazón, determinar qué adjetivos serían los
idóneos para calificar nuestra actitud,