RECONOCER ERRORES DIGNIFICA

(Piura, 29 marzo 2019)

Luis Gulman Checa

¡Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra!

La frase bíblica nos dice que la persona humana, por naturaleza, es imperfecta, ergo, propensa a equivocarse y perpetrar desatinos.

En consecuencia, no es en modo alguno descalificador para una persona que, habiéndose equivocado en algún recodo del camino y enrumbando por la vía incorrecta hacia el despeñadero, reflexione, practique un profundo  examen de consciencia, reconozca su error y presente las debidas disculpas ante quien corresponda hacerlo.

Lo expresado líneas arriba tiene un destinatario de carne y hueso, Juan José Díaz Dios, alcalde provincial de Piura quien, recién asumido el cargo, inusitada e inexplicablemente, descargó sus baterías contra  la institución que por décadas ha sido modelo de correcto desempeño para beneplácito de sus ahorristas y prestatarios, bendecidos gracias a su existencia:

LA CAJA PIURA.

¿Qué bicho purulento infectaría la mente del alcalde para empujarlo a perpetrar tamaño desatino cuando, paralelamente, se había hecho cargo de una institución carcomida por lacras de toda clase por sus cuatro costados que requería el 200% de su atención para sacarla a flote?

La razón esgrimida fue que la Caja tan solo trasladaba el 25% de sus utilidades para financiar obras de la MPP, por cuanto, dijo, imitando a la de Arequipa, la cifra debía elevarse al 50%.

Fatalmente para sus intenciones, siendo las instituciones de crédito muy sensibles a amenazas de cualquier tipo sobre su estabilidad, como lo fue, evidentemente, el asalto por él perpetrado y, siendo público y notorio que el mercado está infestado de instituciones de esta clase, los ahorristas - tan igual como los moradores de los inmuebles que fueron inundados el verano del 2017 los abandonaron raudos con lo que pudieran sacar -, imagino, con igual presteza, deben estar retirando sus depósitos ante la grave amenaza contra la estabilidad y correcta administración de la, hasta ahora, señera institución.

Confiemos que la autoridad sea una persona digna, pensante y racional y, reconociendo la tremenda burrada perpetrada, se disculpe públicamente.

Otrosí:

¿Hasta cuándo permanecerán los ridículos sacos de arena obstruyendo el paso peatonal en las aceras del centro de la ciudad? ¡Pobres Diablos!