PALABRAS PALABRAS PALABRAS
(Piura, 04 mayo 2018)
Luis Gulman Checa
No me motiva la conocida canción popularizada
por Silvana di Lorenzo sino la reciente presentación del gabinete ante el honorable
Congreso de la República solicitando el necesario voto de confianza
para echarse a andar, o correr, en pro de revertir nuestro rumbo directo al
hoyo.
¿Quién podría negar
que el principal escollo a superar para lograr el ansiado objetivo es desterrar
o, por lo menos, minimizar la maldita corrupción?
El flamante primer ministro, como era de
esperarse, se refirió al escabroso tema en su mensaje mencionando que en la reciente Cumbre de las
Américas, de la que fuimos anfitriones, se concluyó que el Perú pierde 14,000
mil millones de soles anualmente por este cáncer congénito. (*)
El premier, Villanueva, dijo que su gobierno
presentará antes de 180 días un paquete normativo, se supone, para
librarnos de tan infecto mal, es decir, el efecto inmediato e ineludible de las
futuras normas será lacrar las puertas y ventanas del erario para que nadie rapiñe.
Sin embargo, sembrando la duda y echando
sombras sobre nuestro futuro, precisó un refrito: Los altos funcionarios estarán
obligados a presentar su declaración jurada de intereses y parentesco, para no
satisfacer necesidades personales.
La mejor y/o única receta para erradicar la
corrupción es no designar corruptos declarados y conocidos ni, tampoco,
personas con intereses encontrados en cargos de confianza, empezando por los
ministros.
Ejemplo de lo expresado:
¿Qué grado de
estupidez o corrupción habría que tener
para designar a Richard Acuña o a Joaquín Ramírez, al frente de un organismo
encargado de evaluar para liquidar las abundantes “universidades” de dos por
medio?
Fatalmente, quienes vienen conduciendo el
país, de arranque metieron la pata hasta la rodilla designando un ministro ya
renunciante, recordándonos a Dédalo encerrado en su laberinto. ¿Con
qué pie hubiera pateado? Es decir, ¿los intereses de quién hubiera
defendido?
Para peor, además del caso extremo citado,
hay otros ministros que, hasta para un ciego, han sido designados como
consecuencia de ¿turbias? negociaciones y/o execrables repartijas de poder.
Preocupante reflexión final:
¿Es concordante con
un comportamiento digno y ético pasar de ser el principal catón acusador de PPK
a primer ministro del sucesor?
(*) “Historia
de la corrupción en el Perú” de Alfonso W. Quiroz (Q.D.D.G.)