REFLEXIONANDO

(Piura, 21 mayo 2018)

Luis Gulman Checa

Desde días atrás me viene removiendo la mente el enorme revuelo armado en el país (como si estuviera libre de auténticas lacras y pereciera un paraíso en la tierra) a raíz de haberse hecho público que una congresista tenía entre su personal de apoyo a una mujer que había  cumplido la pena que se le impuso por haber sido integrante del MRTA, es decir, por terrorismo.

Antes de continuar, preciso que Ketin Vidal, a quien suele atribuírsele la captura de la cúpula de Sendero Luminoso en setiembre del año 1992 por lo que, para muchos, está al nivel del Espíritu Santo;  considero  perpetró una gran omisión haciéndole un irreparable daño al Perú - para quienes entienden lo que leen - al no haber actuado, por ejemplo, como lo hubiera hecho Augusto Pinochet en Chile. Por ello,  en nuestro indescriptible país, transcurridos casi 26 años de tal hecho, Abimael Guzmán continúa ubicado firmemente  en el centro del debate político social.

Retomando el asunto, en calidad de persona de a pie sin estudios, títulos, tesis doctorales, maestrías ni, menos aún, títulos Honoris Causa sobre mis espaldas, me pregunto:

¿Acaso, la razón/objeto de condenar a pena de cárcel a un ser humano, no es otro que lograr su resocialización, es decir, sanarle el alma tan igual como sucede con el cuerpo en los hospitales?

Porque, si así no fuera, ¿para qué diablos el Estado (habiendo millones de peruanos sufriendo de grandes carencias) gasta dinero en mantenerlos recluidos para, cumplida la pena, echarlos a la calle y tratarlos como si fueran  perros rabiosos?

Entonces, ante la citada reacción ciudadana, resultaría evidente que  la hipocresía es la que se impone, por cuanto, si no creemos que el encarcelamiento hará reflexionar, arrepentirse y enderezar su vida a los condenados, ¿por qué no somos sinceros y los liquidamos en el acto generando no solo enorme ahorro al Estado sino también, preocupaciones e incomodidades a sus familiares?

Leyendo las prédicas/proclamas de tantos probados impresentables criticando el hecho comentado, dando por cierto que quien estuvo involucrado con el terrorismo no tiene perdón ni posibilidad de enmienda (reitero que quienes roban dinero del Programa Vaso de Leche son más viles que los terroristas), me vino a la mente la historia de Saulo de Tarso.


San Pablo de Tarso:  

Apóstol del cristianismo. Tras haber destacado como furibundo fustigador de la secta cristiana en su juventud, una milagrosa aparición de Jesús convirtió a San Pablo en el más ardiente propagandista del cristianismo, que extendió con sus predicaciones más allá del pueblo judío, entre los gentiles: viajó como misionero por Grecia, Asia Menor, Siria y Palestina y escribió misivas (Epístolas) a diversos pueblos del entorno mediterráneo.

A Dios gracias, en aquel tiempo, los peruanos no existíamos ni siquiera en estado embrionario. ¿Por qué?

Por cuanto Saulo hubiera sido un infecto e irredento sujeto hasta su muerte.